La exposición con que abrimos temporada nos sumerge en un mundo en el que la belleza adopta la condición de línea para manifestarse.
Esculturas y pinturas construidas desde la esencialidad más sutil y más escueta, rectas, y algunas curvas entendidas como rectas, que dan lugar a una obra metafísica, un discurso minimalista, cerrado y absoluto, impregnado de magnetismo, en el que las emociones se sustancian de una manera visceral serena-mente sorprendente, un estado de fascinación más próximo a la poesía que a la matemática, y que, increíblemente, se origina y desarrolla en la conjunción de ambas.